Llegó el momento de escribir unas lineas sobre esta increíble fábula que por momentos te envuelve en un halo de ternura estremecedora. En otros de tristeza y a veces eres absorbido por una situación de suspense y miedo.
Pero sobre todo si algo bueno tiene el gran trabajo y arriesgado del director es su verdadera apuesta hacia un público saturado de un cine que casi lo expulsas sin haberlo digerido. Una historia en la que tienes que prestar atención con todos tus sentidos para contemplar cada detalle de lo que trata de transmitirnos. De comprender a cada personaje con cada detalle en cada plano y sobre todo sufrir con quien gira todo, la vida que ha tenido (lo vemos a través de las fotos que tiene en su habitación) y en la que se ha convertido, enganchada a la bebida y a las drogas más la carga de un bebé, tan vulnerable como ella en la que la vida solo le hace tropezar sin tener una mínima ayuda para levantarse y enderezar su vida.
La música es preciosa y una maravilla, como parte imprescindible y responsable de cautivarnos también consigue momentos desgarradores en los que te sumerge en la historia haciéndote cómplice de lo que sucede a pesar de nuestra pasividad e impotencia como mero espectador (tengo bien presente la dedicatoria de Juanma hacia Bingen en la bso de La Madre Muerta, “Si hay algo que me jode de trabajar con Bingen Mendizabal, es que, al final, después de escuchar su música, siempre tengo la horrible sensación de haberle pagado miserablemente. Si ver cine es soñar, él consigue que a uno se le quiten las ganas de despertar.” y aunque aquí trabaja además de con Bingen Mendizabal, con Koldo Uriarte, sigo pensando del mismo modo). La banda sonora tiene temas para mantenerte sumergido en la historia, que consigue llevarte por un camino de emociones tiernas, melancólicas e incluso de suspense e intriga.
Sería injusto olvidarse del tema «River Man» de Nick Drake, con el que inicia la película y que tanto peso tiene para el realizador. Una vez vista la historia comprendes que su música va muy acorde a lo que acontecerá.
La fotografía de Josep M. Civit, junto con la decoración han logrado un impresionante trabajo que nos introduce en una atmósfera que va desde la tristeza o la asfixia, pasando por aterradora, caótica o nostálgica. Otros ambientes que nos envuelven acompañando a la protagonista que nos produce una sensación tierna, hermosa y llena de esperanza que como bien indica su director nos habla de segundas oportunidades, muchas desaprovechadas y sobre todo nunca como nos las esperamos.
Un reparto increíble, empezando por Rosie Day y continuando por Harriet Harris, Natalia Tena, Mafalda Carbonell o Charo López (lástima no tener más minutos de ella), todas con unas interpretaciones de lujo.
Que junto a la labor de maquillaje y vestuario nos hace creíble toda la aventura que transcurre, consiguiendo comprender como son sus personajes, por qué actúan de ese modo y en el que no nos resulta difícil colocarnos en la piel de la protagonista.
Sufriendo con ella sus pérdidas, la ausencia de amor y de amistades verdaderas, junto a las desgracias que la acompañan en la vida y alegrándonos en esos momentos en los que toma las riendas de su destino queriendo arreglarlo.
Como no podía ser de otro modo y mas en esta película, los efectos especiales y visuales tienen que estar al servicio de la historia, lo contrario sería una violación para el creador. Un trabajo con un gran peso y una credibilidad que consigue que en ningún momento te saque de la historia. Apoyando y aportando una gran fuerza en los paisajes, las calles y como no, la casa, que tiene vida propia y no deja de ser otro personaje, mas bien una «casa del terror» que no entiendes como puede llegar alguien a vivir allí.
Ahora toca dejar que madure dentro de cada uno y a través de los recuerdos seguir obteniendo nuevas sensaciones si es que queda alguna por experimentar, pero sí dejarla que siga su camino y se arraigue dentro de nosotros hasta el punto de que nos demos cuenta de que tiene un valor más allá del que sentimos la primera vez que la vimos.